La vida es tan rica que una profesión no basta. La abogacía y la enseñanza universitaria nunca ahogaron un llamado estético que siempre afloraba, desde la búsqueda de la más bella expresión posible en la desangelada escritura de libros y alegatos, hasta un pequeño libro de poesías. En esa búsqueda se inscribe ahora con fuerza la fotografía, expresada en miles de ellas tomadas a lo largo de los años, muchas en los viajes que he tenido la fortuna de realizar, estimulada por el contacto con tantos amigos con los que he compartido esta pasión. Viejos concursos caseros y muchas cajas llenas de antiguas miradas –la fotografía es, sobre todo, una mirada- son el testimonio de una pasión que, en estos últimos años, ha sido enriquecida en el rigor y la belleza del trabajo fotográfico que he aprendido de Diego Ortiz Mugica y los profesores de su escuela
Me es importante decir algo de mi mirada fotográfica. Mirar a través del objetivo de la cámara es capturar algo que no me pertenece y que quizás es tan ajeno como diferentes son las culturas que he tenido la suerte de entrever en Oriente, pero que en cierto modo se convierte en algo propio; aunque la mirada del fotógrafo también construye lo que se refleja en la lente y se cristaliza en un rectángulo de papel, siempre se ha tratado de la vida que transcurre y discurre a nuestro alrededor tal cual es, tal como quiere ser y ser vista, sin artificio alguno.
En lo poco que sé de fotografía me ha marcado la experiencia del gran Cartier Bresson, la toma instantánea, furtiva quizás, de la vida, de las actitudes y las miradas ajenas, de la escena inesperada o simplemente bella en su cotidianeidad, de la sorprendente riqueza de la existencia, de la absurda y conmovedora belleza de las contradicciones y contrastes de este mundo. Lo que nos golpea y emociona, nos interroga e inquieta, lo que transcurre en un instante de la vida que, por eso mismo, porque no puede volver a repetirse, se hará eterna en la imagen, es lo que ha sacudido desde siempre mi relación con la cámara y el disparador.
Es por eso que no predispongo las escenas más allá que lo que provoca mi simple presencia con la cámara, tentado a veces de volverme invisible para no alterar el mundo en el que me sumerjo. No hay mucha relación entre mi actividad de abogado y profesor universitario salvo, quizás, la de que el derecho penal y la criminología que son mi especialidad comparten con la (mi) mirada fotográfica la sensibilidad por la vida. No me apasionan las cuestiones patrimoniales ni fotografío rascacielos grandiosos; prefiero las emociones y la autenticidad, los ojos de un niño fijados en el objetivo, la sonrisa de una mamá, la ternura de la gente simple, la poesía de un paisaje.